Lugar de San Amaro. |
Nuevamente
en junio de 1936 las prohibiciones se
abatieron contra numerosas hogueras, impidiendo el Ayuntamiento plantarlas en un gran número de calles de la
ciudad, sobre todo en las vías asfaltadas. Sin embargo en las alturas de Los
Castros, Monelos, Nelle, Vioño, Huertas de Riazor y Visma, se vieron grandes
hogueras que iluminaron el cielo coruñés, cumpliendo con la ancestral tradición
del fuego en la Noche más corta del año, la de San Juan.
La
calle de Adelaida Muro volvía celebrar la Noche de San Juan, con verbena
incluida, animada por una orquesta.
Coincidiendo
con esa noche, el club del Mar, que había echado a andar como sociedad
recreativa en 1935, recogiendo el nombre
de una de las numerosas calas que bordeaban la ciudad, la de San Amaro, a los
pies de la Torre de Hércules, gracias al empeño de un grupo de asiduos usuarios
de aquella pequeña playa, ofrecía a sus
socios, familiares y amigos un gran
baile-verbena en la sala central del Cine Hércules, que lució para la ocasión
una magnifica iluminación. La orquesta Radio fue la encargada de animar con sus
ritmos, sobre todo el Fox, que causaba furor en toda España.
Esa
noche también el parque Damm con la orquesta Fox y el Liceo de Monelos, eran
puntos de una gran concurrencia de coruñeses que se divirtieron hasta bien
entrada la madrugada.
Para
celebrar el San Juan varios chicos hacían a la tarde del día 23 una fogata en
una embarcación que se hallaba abandonada en el varadero de la Palloza, causando daños por valor de cien
pesetas, no pudiéndose averiguar quiénes eran los muchachos que se habían
adelantado de hora en su culto ígneo.
Leirón del Sporting Club de La Coruña. |
Una
pareja de seguridad entregaba esa noche en la Comisaria de Vigilancia nueve
paquetes de chocolate que un joven que vestía de azul, había arrojado al suelo
en la calle de Cordonería y que habían
sido sustraídos de un ultramarinos de la cita calle.
Ante
la inquina religiosa de las autoridades del Frente Popular, muy pocos fieles se
acercaron a la capilla de San Roque en día tan señalado de la fiesta del
Bautista. Hubo Misa a las once, pero los vientos que corrían de norte a sur de
España, obligaron a muchos devotos a quedarse en sus casas.
El
Leirón del Casino se engalanaba para recibir
a sus socios y familiares en esa
tarde de San Juan con una alegre fiesta. Hubo tómbolas y numerosos puestos de
rosquillas y churros, así como un animado baile que finalizó a las once de la
noche.
Las
necesidades de la vida moderna, como señalaba
La Voz de Galicia, obligaban al Ayuntamiento a regular el tráfico
rodado. Al completarse el cierre por los costados de la Plaza de María Pita con
su línea de arcadas, el consistorio permitiría el acceso de automóviles con dirección única, por el arco de Montoto a
la Plazuela de los Ángeles, ya en la ciudad vieja, evitándose así los
constantes percances de trafico que
venían siendo habituales.
Ese
día de San Juan, La Voz de Galicia alertaba sobre las manías de Pepiño o tonto,
consumado tirador de piedras. Él mismo iba diciendo a todas horas: “Pedra que tiro, pedra que da e si non pasa
rozando, carallo”. El diario coruñés afeaba la actitud de varios jóvenes que sabiendo las raras habilidades de
aquel infeliz, que no se metía con nadie y tan solo se limitaba a pedir algún
que otro pitillo, lo incitaban dándole piedras para que demostrase su
prodigiosa puntería. Y vaya si lo demostraba.
Sería
el último San Juan en paz, pues a punto
estaban
Calin
Fernández Barallobre.