Se las prometieron muy felices los coruñeses en vísperas
de San Juan pues las verbenas de las Hogueras de 1911 se anunciaron que iban
a revestir una importancia y una calidad
no alcanzada en años anteriores.
Desgraciadamente todo se vino abajo debido a la enorme tormenta de frío
y lluvia que asoló la ciudad la víspera y el día de San Juan y que hizo que las
gentes se quedasen en sus casas al abrigo de tamaña borrasca.
La calle de Panderas estaba iluminada con focos de arco
voltaico y con farolillos de colores que el viento apagó y arrancó de forma
inmisericorde. Una murga calada hasta los huesos suspendió su actuación antes de las doce de
la noche. En la calle de la Torre diversos pianos de manubrio tuvieron que
refugiarse en portales. Allí al sonar de sus notas, diversas parejas bailaron
algunas piezas y a pesar del aguacero no decayó la alegría.
Hubo, animados por guitarras y bandurrias, numerosos
bailes en casas particulares que abrieron sus salones a familiares e invitados
en tan especial noche. La sociedad La Piña celebró un alegre baile donde
concurrieron numerosos vecinos que bailaron chotis y pasodobles al compás de
una murga y un organillo. El Sporting club suspendió su baile en el “Leirón”
del Camino Nuevo, realizándolo en los salones de su sede social de la calle
Real. Fue como siempre una exquisita y elegante fiesta, donde brillaron
bellísimas coruñesas acompañadas de sus familiares.
De escandaloso pudo calificarse lo sucedido con el tiempo.
El verano había entrado oficialmente el día 21. Fue sin dudas “una preciosa noche del mes de marzo” cuando
ese mes retuerce el rabo, antes de entrar en primavera, lo que envió a los
coruñeses el Señor San Juan para celebrar su onomástica. Los madrugadores se
habían levantado muy temprano para ir a comer fresas y ver salir el sol,
cumpliendo la tradición, por el Pasaje. Se quedaron con la miel en los labios
pues las fresas estaban mustias de tanto llover. No pudo salir la Procesión y
hasta un partido Deportivo-Vigo a punto estuvo de ser suspendido por el enorme
aguacero caído. Los coruñeses miraron al cielo y sus rogativas fueron para que
San Juan cerrase de una vez el grifo, hiciese madurar el trigo y La Coruña
volviese a lucir esplendorosa de cara a los meses de
verano.
Calin Fernández Barallobre