domingo, 14 de junio de 2015

Las Damas de la noche de San Juan

Quizás uno de los misterios más impenetrables de los muchos que se ocultan tras la noche de San Juan sea la masiva concentración de seres mágicos y fantásticos que, en esta noche o en las primeras horas de su madrugada, se dejan ver o sentir en nuestros bosques, en nuestros ríos, en nuestras encrucijadas de caminos o entre las ruinas de un viejo y abandonado castro.

Hadas, Mouras, Xanas, Madamas, Xancias, Lavandeiras, Anjanas, Sirenas, Encantadas... son un mero resumen, sucinto, de algunos de los innumerables seres fantásticos que pueden sorprendernos, saliéndonos al paso de cualquier fuente o de cualquier gruta olvidada, como si de una sombra fugitiva se tratase, en esta noche cargada de magia y de misterio.

Si nos paramos a repasar las leyendas de tradición oral que todavía están en boca del saber popular o simplemente echamos un vistazo a nuestro folclore, nos encontraremos con mil y una referencias a apariciones, encantamientos y sortilegios que tienen lugar la noche de San Juan o en las primeras horas de la madrugada de este día, convirtiéndose todo ello en una de las claves mágicas que nos van a permitir conocer y ahondar en la trama de esta singular fecha.
Ninfas

De Galicia a Baleares; de Vascongadas a Extremadura; de Andalucía a Asturias pasando por Castilla; de Navarra a Murcia pasando por Cataluña y Aragón, cualquier rincón de España puede ser el marco idóneo para darnos de narices, a las doce en punto de la noche de San Juan, con una hermosísima dama que, en silencio, peina sus cabellos con un peine de oro mientras la luna veraniega se refleja, tímida, en el agua cristalina de la fuente casi perdida.

Son muchas las Damas misteriosas que, en esta noche cargada de magia, salen de sus antros entre las sombras del nocturno; unas para hacer el bien, otras para sembrar todo el mal que les sea posible y otras para tratar de liberarse de un viejo encantamiento que las tiene sumidas en un mundo de pena y tristeza eterna. En todos los casos el hombre es el objetivo primordial y en la mayoría el agua el marco territorial de este encuentro.

Tal vez el hecho de que la noche de San Juan sea uno de los exponentes más fieles de la inversión de la realidad, esté directamente relacionado con esta aparición masiva de entidades fantásticas que habitualmente viven en otro plano de existencia totalmente ajeno al humano y del que este no puede participar. Pensemos que todas estas maravillas, visibles solo en esta fecha, son negadas al ojo del hombre el resto del año, permaneciendo ocultas en lugares extraños, profundos, secretos. Cualquier fuente, río, encrucijada o vieja ruina no es testigo, salvo en la noche de San Juan, de la manifiesta presencia de estos seres rodeados de misterio.

En esta noche tan distinta a las demás, el aire adquiere un poder especial, lo mismo que el agua, la tierra o el fuego. El rocío de San Juan es capaz de curar enfermedades; el fuego de San Juan ahuyenta los malos espíritus; el agua de San Juan tiene poderes beneficiosos; el aire de la noche de San Juan propaga todas las bonanzas de esta fecha. El verano estalla con fuerza y todos los elementos adquieren unos poderes no parangonables con ningún otro momento del ciclo anual.

La noche de los grandes aconteceres. En cualquier fuente recóndita puede hallarse el mayor de todos los tesoros: la flor del agua, sabiamente guardada por una legión de ninfas y damas misteriosas; en una fraga apartada podemos contemplar la danza de las hadas; en la lejanía de una playa solitaria se puede ser testigo accidental de uno de los principales aquelarres brujeriles; de una gruta suspendida en un roquedal pueden surgir, amenazantes, las fauces de un monstruo vigoroso celador de un ignoto tesoro; entre los árboles de un bosque frondoso se puede observar la cabalgada de las dianas; en cualquier recodo de un río plateado es posible descubrir, desafortunadamente, a una Lavandeira haciendo su colada, lo que nos llevará a una muerte segura. Lamias; Moricas; Encantadas de San Juan; Damas blancas; Ondinas; Xacias; Janas; Ayalgas; Damas de agua; Atalayas; Ninfas; Náyades; Ouvas, son algunas de las misteriosas damas que acuden puntuales a su cita con el mundo exterior cada noche del alto junio, dando la pauta para que, aquel afortunado humano que sea capaz de desencantarlas, mediante la práctica correcta del correspondiente sortilegio, pueda penetrar al interior del maravilloso palacio subterráneo donde se oculta un fabuloso tesoro del que podrá ser dueño y señor.

Sirena

En general, la tradición popular nos habla de damas que han sido objeto de diferentes encantamientos y que, tan solo en esta noche mágica, pueden verse libres de ellos. Para conseguirlo se hace preciso recurrir a una serie de practicas que realizadas de forma correcta alcanzan el objetivo propuesto, mientras que cualquier equivocación puede provocar un desenlace fatal ya que no solo no se logra desencantar a la dama, sino que en muchos casos el infortunado humano que lo intenta pierde su vida. 

De esta suerte, para conseguir desbaratar el encantamiento puede ser preciso besar un número impar de veces las fauces de una serpiente o de un enorme dragón; tocar a la dama con una rama de sauce verde; cobrar un hilo de oro que surge de una fuente hasta hallar el ovillo o simplemente tirar del áureo hilo que está tejiendo la dama sin volver la vista atrás; encontrar una joya que se oculta en el nido de un ave de rapiña o arrancar uno de los velos con que cubren sus cuerpos estas fantásticas damas. En todos estos casos además de obtener como premio el maravilloso tesoro que se guarda en el antro que vela la dama, se alcanza su amor eterno y el acceso a todos los secretos que tan solo ellas conocen: la felicidad, la sabiduría, el conocimiento de otros planos de existencia o la eterna juventud.

Se trata pues de un rito iniciático que nos permite alcanzar la entrada a un mundo paralelo que, por un lado nos franquea una hermosa mujer en actitud seductora -peinando su cabello o deslizándose desnuda por el bosque- invitándonos a entrar y que por otro nos cierra un ser maligno y diabólico -dragón, serpiente o monstruo- que nos lo impide y que, en cualquier caso, precisa de una práctica concreta y correcta para abrirnos sus puertas de par en par, accediendo de la mano de la hermosa dama y destruyendo al ser indeseable que vela su entrada. Una práctica que en cierto modo está relacionada con el rito del salto del fuego, tan unido a la noche de San Juan, y cuya correcta ejecución no solo nos purifica y salva simbólicamente de los males que nos acechan, sino también da acceso a ese mundo paralelo lleno de secretos y misterios. De esta forma, el fuego nos permite destruir, de forma simbólica, al ser que nos impide el paso a este nuevo plano de existencia espiritual.

Sin embargo hay que tener cuidado, mucho cuidado pues no todas las damas misteriosas que acuden a su cita con el plano de existencia humana, son beneficiosas para el hombre. Así, las brujas acuden a las fuentes para descubrir sus secretos y servirse de ellos para sus malignos encantamientos, al igual que las Lamias que se bañan desnudas y cuya contemplación puede ser trágica para el hombre. También es preciso tener precaución, al pasar por delante de una fuente, en esta noche, ya que podemos vernos sorprendidos por un atractivo cántico capaz de arrastrarnos al fondo de las aguas, sin posibilidad de retorno. Por si esto fuera poco podemos encontrarnos con una hermosa dama que, portando un libro y una vela, maldice las cosechas a su paso o con otra que, cabalgando sobre un grifo, busca en las cumbres los nidos de las águilas. Tampoco es difícil, si estamos un poco atentos, observar en el fondo de los lagos las antiguas ciudades sumergidas por el llanto de las Ninfas. También en esta noche sin igual, la tradición dice que las Sirenas pierden su cola escamosa, convirtiéndose en bellísimas mujeres. Tal vez la que actualmente preside la playa del Orzán se haya quedado varada tras una orgiástica noche de San Juan.

Y ojo también los que se hagan a la mar en esta noche de encantos y sortilegios no sea que, al igual que le sucedió a aquel viejo marinero que se cayó a las aguas del océano en noche tan señalada, les aparezca el mismísimo demonio con figura de una hermosa dama para demandarles su alma a cambio de su rescate.

En fin, esperemos que llegue un año más esta mágica noche para que salgamos a los bosques, a las fragas, a las veredas de los ríos, a las fuentes -muchas de ellas bajo la advocación del Santo-, a los viejos castros. Caminemos en silencio. Prestemos toda nuestra atención y tal vez podamos ser testigos de la insólita presencia de cualquiera de estas misteriosas damas que viven tan solo en esta noche. ¡Ah!, y cuidado con enamorarse de ellas.
 
José Eugenio Fernández Barallobre