sábado, 20 de junio de 2015

El intento de "golpe de estado"

Aunque como título parece un poco exagerado e incluso puede inducir a la creencia que se trata de otra cosa, en realidad lo que sucedió en el seno del Grupo Juvenil Meiga Mayor, del que hemos hablado, a los pocos meses de su creación, bien puede considerarse como tal si nos atenemos a lo sucedido.

Como hemos visto, la fundación del Grupo Juvenil Meiga Mayor se remonta al mes de julio de 1970, tan sólo unos días después de la proclamación de la I Meiga Mayor en el transcurso de aquella inolvidable noche de San Juan del primer año de la década de los 70.

Con los primeros días de un caluroso julio sentado frente a nosotros, surgió la idea de dar continuidad a la epopeya de haber logrado abrirnos paso en el entramado festivo de la ciudad tras aquella Noite da Queima en la que abarrotamos la calle ancha de Calvo Sotelo, entonces llamada Paseo de Ronda. 
Así era la plaza de Portugal aquel otoño de 1970


Sin dudarlo, nos pusimos a trabajar en el proyecto incorporando a la Junta Directiva no sólo a los responsables de la noche de Hogueras que se iba quedando atrás en el recuerdo, sino también a nuevos miembros con el fin de hacerla más participativa y diversa. Por supuesto, sin necesidad de cuotas ni porcentajes, ni simplezas de ese tipo, incorporamos de forma resuelta al elemento femenino que aportó, como lo ha hecho siempre, savia nueva y mejor hacer, quedando la primera Junta Directiva debidamente conformada.

En aquellas primeras elecciones, como he señalado anteriormente, fui proclamado Presidente del Grupo, en tanto que la primera y única vicepresidencia recayó en Ana, una deliciosa chiquilla, estudiante, cómo no, de la Compañía de María; mujer de carácter y talento que de inmediato se puso a trabajar en el proyecto sin regatear esfuerzo alguno.

Las cosas comenzaron a marchar todo lo bien que era de esperar. Las reuniones se sucedieron en el local parroquial, cedido al efecto por D. José Alvarez Cabeza, y de ellas surgieron las primeras ideas cara a un invierno que además de antojársenos próximo lo aguardábamos pletóricos de ilusión.

Pese a todo, con el paso de los días, en aquella bonanza propia de cualquier verano surgieron los primeros nubarrones a modo de divergencias a la hora de entender la política general del Grupo. De una parte, los que procedíamos de la organización de nuestra entrañable hoguera de Fernando Macías, impulsores de la elección de la I Meiga Mayor, nos decantamos por posturas más proteccionistas con relación al mantenimiento y promoción, como objetivo primordial, de la noche de San Juan; por su parte, los de nueva incorporación abogaban más por la proyección social del Grupo en detrimento del que nosotros considerábamos fin único de todo el proyecto.

Dicho de otra manera, nosotros entendíamos que la finalidad del grupo era, por encima de cualquier otra consideración, potenciar la noche de San Juan a través de un conjunto de actividades que poco a poco nos fuesen conduciendo a la noche del alto junio; para ellos, sin embargo, la noche de las Hogueras constituía un acto más dentro del contexto de actividades que, inclusive, podría llegar a convertirse en prescindible.

Fuera como fuere, lo cierto es que los primeros enfrentamientos dialécticos hicieron acto de presencia en las reuniones de la Directiva, protagonizados por el grupo disidente encabezado por la Vicepresidente que adoptando posturas muy críticas lograron captar la atención de una parte de los miembros de la Junta.

Pese a todo, a finales de septiembre, se ultimó el que sería programa de actos para el cuarto trimestre del año, al que pondría broche de oro, de una parte, un concurso de Belenes, y de otra, un festival benéfico de Navidad.

Por mi parte, en la última decena de aquel mes de septiembre recibí, con alborozo, la noticia de que, un año más, formaría parte del equipo de mi Colegio - la CENIC - en aquel maravilloso concurso televisivo "Cesta y puntos", que presentaba el inolvidable Daniel Vindel, lo que me obligaría a viajar a Madrid en los primeros días del siguiente mes de octubre en unión del resto de los componentes del equipo colegial.

Como había sucedido en los dos años anteriores, aquellos días, los dediqué por entero a repasar algunos temas que a buen seguro podrían caer en la fase de selección a la que estábamos convocados, con el fin de obtener, además del ansiado pase a la fase de encuentros, un digno resultado. De todas formas no dejé de lado mis obligaciones con el Grupo, participando en todas las reuniones que se convocaron en aquellas fechas.

Por fin, en la noche del jueves 8 de octubre, en un compartimento de primera clase del expreso La Coruña-Madrid, salimos con dirección a la Capital de España los cinco integrantes del equipo, acompañados de uno de los profesores del Centro.

Nuestra querida playa de Riazor a finales de los años 60

Renuncio a relatar, por carecer de interés sobre el tema que tratamos, lo acaecido en aquellos inolvidables días en un Madrid otoñal que nos acogió amigo y entrañable; baste señalar, a modo de botón de muestra, que regresé enamorado de una deliciosa chiquilla de cabello azabache, integrante del equipo de las Franciscanas de Barcelona, que durante varios años fue objeto de todos mis románticos desvelos.

 
En cuanto al resultado de la prueba de saber a la que fuimos sometidos, por supuesto no nos clasificamos, con total merecimiento, para la fase de encuentros aunque, eso sí, fuimos el equipo más elegante y divertido de cuantos se dieron cita aquellos días en aquel Hostal Luis XV, en plena Red de San Luis, donde solían alojarse todos los equipos participantes en el concurso.

Así las cosas, en la noche del domingo 11 de octubre, por idéntica vía que a la ida, regresamos a La Coruña, algo más tristes y abatidos pero seguros de que habíamos sido los mejores embajadores de nuestra ciudad.

En la mañana del 12, día del Pilar, arribamos, supongo que con el consabido retraso, a la estación de San Cristóbal. A pie de andén me aguardaban Carlitos Vallo y José Luis Ramil, dos de los miembros de la Junta Directiva del Grupo. 

No puedo negar que me extrañó su presencia a hora tan temprana, pues no habría de ser mucho más allá de las nueve o nueve y media de la mañana, sin embargo lo achaqué a un gesto propio de la buena amistad que nos unía a los tres; sin embargo, nada más cruzar sus miradas con la mía advertí en sus rostros una mueca de preocupación y disgusto que en principio no supe justificar.

Una vez el tren detenido y apeado todo el equipo del vagón correspondiente, corrí a saludar a mis dos amigos. Tras las preguntas obligadas relativas a mi estancia en Madrid, me informaron, muy a su pesar, que habíamos sido cesados todos de la Junta Directiva del Grupo.

Según me explicaron, la tarde del sábado, la Vicepresidente había convocado, de manera sorpresiva, una reunión de toda la Junta; en ella, apoyada por una buena parte de sus integrantes, solicitó mi cese fulminante argumentando la falta de competencia a la hora de gestionar el Grupo. Como quiera que mis dos amigos se opusieran de forma vehemente a tal propuesta fueron inmediatamente cesados con el voto afirmativo de la mayoría de los componentes de la Junta quienes también respaldaron mi cese. De esta forma, la práctica totalidad de los directivos provenientes del grupo de amigos que habíamos iniciado en 1962 la costumbre de quemar Hogueras de San Juan en la calle de Fernando Macías, quedábamos fuera del órgano de decisión del Club Juvenil Meiga Mayor que unos meses antes habíamos fundado y dado vida.

Recuerdo que nuestra conversación se prolongó casi toda la mañana; de hecho tras acudir a mi casa a saludar a mis padres, dejar la maleta y ducharme, los tres nos fuimos a la plaza de María Pita, al pie del Ayuntamiento, donde la Compañía de Honores de la Comandancia de la Guardia Civil estaba dispuesta para rendir los de ordenanza con motivo de la celebración de su Santa Patrona, Nuestra Señora del Pilar.

Con puntualidad castrense, a las doce en punto, la Autoridad encargada de presidir el acto recibió los honores correspondientes tras lo cual pasó revista a la fuerza, celebrándose seguidamente una Misa en la iglesia de San Jorge tras la cual, la Compañía de Honores, con Escuadra de Gastadores y Banda y acompañada de la Música del Gobierno Militar, desfiló marcialmente ante la expectación del numeroso público congregado en la coruñesa plaza mayor.

Tras darle muchas vueltas a lo sucedido, quedamos nuevamente para vernos por la tarde con el fin de adoptar alguna postura conjunta conducente a resolver aquello que considerábamos un “golpe de estado” en toda regla.

No había duda que la parte disidente había aprovechado aquella especie de “vacío de poder”, provocado por mi marcha a Madrid, para asumir la dirección del Grupo dejando fuera de él a todo aquel que se opusiese a sus deseos y voluntades.
Aquí estuvo ubicada hasta 1961 la Casa de Baños y en su explanada la chiquillería de Rubine quemaba su Hoguera cada noche de San Juan
 
Por la tarde de aquel lunes festivo repasamos todo lo sucedido los días previos, llegando a la conclusión de que los auténticos artífices de aquel golpe de mano habían sido Ana y otro miembro de la Junta que mantenía una estrecha relación con ella, los demás habían actuado como meros comparsas, siguiendo los dictados de “la voz de su amo”, limitándose a dejarse llevar por los acontecimientos.

Aun sin saber muy bien cómo hacerlo, por supuesto que di a mis amigos garantía absoluta de que aquella crisis se resolvería de forma satisfactoria para nuestros intereses y que todo se solventaría en la semana que acababa de comenzar. Con aquel deseo nos fuimos a la cama aquella noche del Pilar.

Al día siguiente convocamos con urgencia una reunión de la Junta Directiva en la que exigí se me diese alguna satisfacción ante los hechos que se habían desencadenado la semana anterior. Por descontado que tanto Ana como los que secundaron su postura aceptaron acudir acompañados del resto de los componentes de la Junta, algunos un poco reticentes ya a mi cese.

No recuerdo con exactitud cuando se produjo aquella reunión aunque estoy seguro que fue durante el siguiente fin de semana. A la hora prevista acudimos todos. Por mi parte, con total naturalidad, ocupé el puesto reservado al presidente sin dar la menor importancia al hecho de haber sido cesado y naturalmente sin dar por válidos los acuerdos adoptados en la reunión anterior, una actitud que curiosamente todos respetaron.

Iniciada la sesión, con asistencia de la totalidad de los integrantes de la directiva, procedí, con la misma naturalidad, a cesar a la Vicepresidente y al directivo que la había secundado en su particular “golpe de estado”, preguntando a los demás asistentes si alguno se decantaba por la postura de ambos; lejos de hacerlo, todos aprobaron de forma tácita mis medidas con lo cual la crisis quedaba resuelta.

De nada o de muy poco sirvieron las protestas de Ana y de su aliado que finalmente abandonaron la reunión, así como su afiliación al Grupo Juvenil Meiga Mayor del que solicitaron la baja.

La Junta Directiva se reestructuró con la llegada de nuevos miembros y de forma resuelta encaramos el proyecto de actividades que habíamos trazado durante el verano anterior. Además de los actos previstos creamos, como se ha señalado, una sección de fotografía y otra de aire libre que se mantuvieron activas algunos años más. Finalmente, poco antes de junio de 1971, tomamos la decisión de proceder a la disolución del Grupo siendo sustituido por la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan que ha llegado hasta nuestros días.

Hoy, el recuerdo de todos aquellos sucesos, hace que a mi rostro aflore una sonrisa; sin embargo, pienso en que habría pasado con nuestras HOGUERAS si finalmente hubiese triunfado aquella maniobra con la que los que hicimos posible el resurgir de la noche de San Juan coruñesa nos hubiésemos quedado fuera de su organización.

Una duda difícil de disipar.
 
José Eugenio Fernández Barallobre.