Si hay algo que me ha producido siempre auténtica desazón, un sentimiento mezcla de repulsa y tristeza, es la mentira; especialmente esa mentira burda y malintencionada con la que, ocultos tras una sonrisilla cínica, pretenden zaherir, humillar y quitarle valor a lo hecho por otros, utilizando argumentos que de sobra saben aquellos que los esgrimen que son falaces.
Esa falta de estilo, gallardía y elegancia, es algo que desde siempre ha producido que de mi interior surja una sensación de desprecio más absoluto hacia quien, a sabiendas de que lo hace, miente de manera consciente para restar méritos a otros, algo que, desgraciadamente, se ha convertido en moneda habitual en muchos de los órdenes de la vida.
Esa falta de estilo, gallardía y elegancia, es algo que desde siempre ha producido que de mi interior surja una sensación de desprecio más absoluto hacia quien, a sabiendas de que lo hace, miente de manera consciente para restar méritos a otros, algo que, desgraciadamente, se ha convertido en moneda habitual en muchos de los órdenes de la vida.
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Aspecto que presentaba la plaza de Portugal la noche de San Juan de 1981 |