jueves, 1 de septiembre de 2016

Gigantes, cabezudos y traganiños

¡Ahí vienen! Los gritos se suceden y el nerviosismo de la chiquillería se desborda. A lo lejos, con un ritmo acompasado, cadencioso, las figuras hieráticas de los Gigantes, el Rey y la Reina, preceden a la algarabía de los Cabezudos que corren por doquier con sus vejigas en ristre golpeando a cuantos niños se cruzan en su camino.


“Ollo Vivo”, “Mata la Fiera”…, singulares nombres dados por los chiquillos a alguno de los Cabezudos que recorrían las calles coruñesas en aquellas Fiestas de María Pita de los años 60, formando comparsa colorista que se enseñoreaba de rúas y plazas de la ciudad con la llegada de agosto.

Comparsa de Cabezudos (1956)


Tal vez la primera salida oficial de la temporada fuese el primer domingo de agosto, cuando se celebraba la solemne Función del Voto, encabezando la comitiva en la que la Corporación Municipal, bajo mazas, se trasladaba a la Iglesia de San Jorge, primero, y a la de los Dominicos, años después, para renovar el Voto que la ciudad hiciera a Nuestra Señora del Rosario, allá por 1589. Esa comitiva la abrían los Gigantes y tras ellos los Cabezudos, desfilando detrás la Guardia Municipal en uniforme de gala y de gran gala, así como los Maceros, Heraldos, Timbaleros y Clarineros de la Ciudad con sus vistosos trajes de época que todavía perviven en el presente.

Después, fecha tras fecha, los Cabezudos concurrían a su cita con los distintos barrios coruñeses llenándolos de inusitada alegría y haciendo que la chavalería se divirtiese de lo lindo entre gritos, carreras y risas.

Junto a estos elementos consustanciales a las Fiestas, otro, mucho menos conocido, concitó durante algunos años la atención e interés de los chiquillos, se trataba del “Traganiños” - en otras ciudades de les conoce con los nombres de "gargantuas" o "tragachicos" -, un simpático pirata de cartón piedra que a mí, particularmente, me inspiraba todo tipo de terrores y que literalmente se tragaba a los chavales por su enorme boca abierta y los devolvía por... salva sea la parte. Era curioso verlo trasladar de un lugar a otro, desde su particular “alojamiento” en la vieja “Casa de Máquinas” de San Roque de Afuera, sobre un carrito y arrastrado por un vehículo municipal con sus fauces abiertas de par en par, siempre dispuesto a tragarse al niño que osase asomarse a su boca.

Por lo que sé y me refirió mi buen amigo, ya desaparecido, Enrique Jaspe, la compra de este singular personaje, de tanta tradición en otras partes de España, la gestionó él personalmente con ocasión de ser Concejal en el Ayuntamiento coruñés, para lo cual contactó con el fabricante quien asumió el pedido. 

Uno de los grandes problemas planteados fue la forma de trasladarlo a La Coruña. Supongo que se barajarían algunas opciones decidiéndose finalmente por el ferrocarril como el mejor y más barato de los medios posibles. Tomada le decisión surgió de inmediato un nuevo problema, el trazado férreo por Galicia, jalonado de túneles hacía casi imposible dicho transporte ya que las medidas del gran pirata excedían del gálibo de alguno de los túneles. Sin embargo rápidamente se buscó, nunca mejor dicho, una solución salomónica: se procedió a cortar la gran mole de cartón piedra en dos mitades que una vez en La Coruña fueron debidamente unidas y así el “Traganiños” comenzó a realizar su función ante la algarabía de la grey infantil coruñesa. 

Cabezudos en El Leirón

Lo cierto es que, con el paso del tiempo, primero fue el “Traganiños” y más tarde los viejos Gigantes - al parecer por ser muy pesados - y finalmente los Cabezudos los que pasaron a ocupar un puesto, sin duda no destacado, en cualquier trastero o almacén municipal para que el tiempo y la desidia se encargasen de su total destrucción. De esta forma, durante muchos años, las calles de Marineda, dejaron de ver el alegre y bullicioso discurrir de estos simpáticos personajes, idolatrados en otras partes de España.

Al parecer, en tiempos del Alcalde Molina, existió el proyecto, o tal vez la tentación, de confeccionar una Comparsa de Cabezudos con personalidad propia en la ciudad. Se trataba, al igual que en Zaragoza, de recrear en cartón piedra los rostros caricaturizados de alguno de los muchos personajes singulares que habitaban La Coruña. De esta suerte, tipos tan característicos y emblemáticos por aquellos entonces como “Manolita la del Relleno”, “Marcelino el del Cantón”, el “Negrito de las Corbatas” o “Liló” , inspirarían los rostros de nuestros Cabezudos pasando a la posteridad de forma tangible y no sólo como parte del imaginario popular como se conservan en la actualidad cada vez de forma más difuminada.

Hay quien dice que aquella idea no prosperó ya que alguno de los presuntos modelos trató de exigir derechos de imagen por permitir realizar copias, más o menos aproximadas, de su rostro para ser moldeadas en cartón.

Cierto o no, la realidad es que durante años, La Coruña, se vio privada de sus Gigantes y Cabezudos, unos personajes que retornaron, como los conocemos en la actualidad, en el año 1974 en que el Ayuntamiento, presidido por Jaime Hervada, decidió su compra.

Durante años los Gigantes y Cabezudos, incluso con nuevas incorporaciones, continuaron estando presentes en nuestras fiestas de agosto hasta que un día dejaron para siempre de salir a recorrer la ciudad.

Traganiños o tragachicos de Zaragoza

En estos tiempos, con el profundo cambio social experimentado en La Coruña, tal vez la presencia de los Gigantes y Cabezudos no provoque, siquiera en los más pequeños, las mismas sensaciones de antaño; sin embargo su alegre y bullanguero discurrir por calles y plazas, mientras mantuvieron activas sus salidas, todavía nos devolvían el recuerdo, a modo de foto en sepia, de una Marineda íntima y amable en la que la mayoría nos conocíamos por nuestro nombre de pila. 

José Eugenio Fernández Barallobre.