domingo, 29 de abril de 2018

La Función del Voto

Por estos años que nos ocupan, principios de los 60, la tradicional Función del Voto, la renovación de la promesa que en mayo de 1589 hiciese la ciudad ante la imagen de Nuestra Señora del Rosario rogándole su intercesión para expulsar de La Coruña a los invasores ingleses, se celebraba en la iglesia de San Jorge y no en la de Santo Domingo como sucedió a partir de los 70. 

Su fecha de celebración coincidía con el primer domingo de agosto y servía para inaugurar la Semana Grande de nuestras fiestas mayores, esa en la que los Bancos cierran antes y los funcionarios abandonan sus puestos trabajo con anterioridad a lo habitual. 

La Función del Voto

Se trataba de un espectáculo elegante, lleno de colorido que concitaba la presencia no solo de la Corporación Municipal en pleno, sino también de todas las Autoridades de la ciudad y de gran cantidad de público. 

En los soportales de María Pita, en la entrada principal de las Casas Consistoriales, se formaba una vistosa comitiva que iba precedida por la Comparsa de Gigantes y Cabezudos, acompañados de un grupo de gaitas. Tras ellos, la Banda Municipal con sus uniformes azules de cuello cerrado y sus teresianas como prenda de cabeza, interpretando airosos pasodobles. Le seguía la Guardia Municipal de gala, vestidos con guerreras de un blanco impoluto, hombreras granate y guantes a juego con el color de la guerrera que era el mismo que el de la funda que cubría el imperial de la gorra de plato. 

En alguna ocasión, probablemente a finales de los 50 o muy a principios de los 60, una facción de esta Guardia vestía el uniforme azul invernal, luciendo sobre sus cabezas el casco de cuero de estilo prusiano usado por el Cuerpo desde 1914 y sobre sus pechos una cordonadura de color plata que se enganchaba en cada una de las hombreras. 

Le seguían los Heraldos, Timbaleros y Clarineros de la ciudad con sus vistosos uniformes de época y la Guardia Municipal con uniforme de gran gala, con levita de color hueso, pantalón granate, botas de montar y casco plateado con plumero rojo. 

Marchaba después la Corporación Municipal bajo mazas, encabezada por el Pendón de la ciudad, vestidos todos de riguroso chaqué. La comitiva solían cerrarla varios ujieres del Ayuntamiento con uniforme azul y guantes blancos. 

Una vez en la iglesia de San Jorge, el Alcalde renovaba el Voto ante la imagen de Nuestra Señora del Rosario, Patrona de La Coruña y tras la función religiosa la comitiva retornaba al Palacio Municipal. 

En los años 70 se trasladó esta celebración a la iglesia conventual de Santo Domingo y con la llegada a la alcaldía de Francisco Vázquez, la fiesta se trasladó al domingo más próximo al 8 de mayo, fecha histórica en la que se instituyó el Voto, revistiéndola de mayor solemnidad y añadiéndole una ofrenda ante el monumento a María Pita. 

A partir de 2016, al hacerse con la alcaldía la marea, en un alarde más por cargarse las tradiciones de la ciudad y en un gesto arbitrario y carente de sentido, volvieron la espalda de forma miserable a esta inveterada costumbre con más de cuatro siglos de vigencia, dejando de celebrarla y sustituyéndola por un acto sin estilo ni categoría, como todo lo que hacen, en el que simplemente se coloca una corona de flores ante la estatua de María Pita. 

La Función del Voto, al igual que en otros muchos lugares de España donde se celebran actos similares, es una parte de nuestra esencia como ciudad, de ese sentimiento colectivo heredado de nuestros mayores y nadie tiene derecho a sustraérnoslo; no es una cuestión religiosa, es parte de nuestra historia. 

Eugenio Fernández Barallobre.