domingo, 29 de noviembre de 2015

1911. Temporal de viento y lluvia en la Noche de San Juan.

Se las prometieron muy felices los coruñeses en vísperas de San Juan pues las verbenas de las Hogueras de 1911 se anunciaron que iban a  revestir una importancia y una calidad no alcanzada en años anteriores.  Desgraciadamente todo se vino abajo debido a la enorme tormenta de frío y lluvia que asoló la ciudad la víspera y el día de San Juan y que hizo que las gentes se quedasen en sus casas al abrigo de tamaña borrasca.

La calle de Panderas estaba iluminada con focos de arco voltaico y con farolillos de colores que el viento apagó y arrancó de forma inmisericorde. Una murga calada hasta los huesos  suspendió su actuación antes de las doce de la noche. En la calle de la Torre diversos pianos de manubrio tuvieron que refugiarse en portales. Allí al sonar de sus notas, diversas parejas bailaron algunas piezas y a pesar del aguacero no decayó la alegría.
Donde se concentró mayor número de gente fue en la calle de la Independencia que estaba adornada con un gran arco con banderas y follaje y que  el viento se encargó de estropear. Desafiando al frío y  al agua los muchachos encendieron una importante hoguera y junto a las mozas bailaron animados por una orquestina popular que se colocó encima de gran palco cubierto con ramaje y un toldo. Muchas hogueras situadas en calles adyacentes, completamente mojadas, tardaron largo tiempo en arder ante el jolgorio de los muchachos. Alguno se asomó al Orzán y pudo contemplar escasos puntitos de luz ígnea en el monte de San Pedro.
Hubo, animados por guitarras y bandurrias, numerosos bailes en casas particulares que abrieron sus salones a familiares e invitados en tan especial noche. La sociedad La Piña celebró un alegre baile donde concurrieron numerosos vecinos que bailaron chotis y pasodobles al compás de una murga y un organillo. El Sporting club suspendió su baile en el “Leirón” del Camino Nuevo, realizándolo en los salones de su sede social de la calle Real. Fue como siempre una exquisita y elegante fiesta, donde brillaron bellísimas coruñesas acompañadas de sus familiares.
De escandaloso pudo calificarse lo sucedido con el tiempo. El verano había entrado oficialmente el día 21. Fue sin dudas “una preciosa noche del mes de marzo” cuando ese mes retuerce el rabo, antes de entrar en primavera, lo que envió a los coruñeses el Señor San Juan para celebrar su onomástica. Los madrugadores se habían levantado muy temprano para ir a comer fresas y ver salir el sol, cumpliendo la tradición, por el Pasaje. Se quedaron con la miel en los labios pues las fresas estaban mustias de tanto llover. No pudo salir la Procesión y hasta un partido Deportivo-Vigo a punto estuvo de ser suspendido por el enorme aguacero caído. Los coruñeses miraron al cielo y sus rogativas fueron para que San Juan cerrase de una vez el grifo, hiciese madurar el trigo y La Coruña volviese  a  lucir esplendorosa de cara a los meses de verano.

Calin Fernández Barallobre