En estos días que, por obvios motivos, estoy realizando una profunda reflexión sobre el gran trabajo realizado por un puñado de coruñeses, a lo largo de los años, para rescatar para la ciudad la mágica noche de San Juan, cuando se moría sin indulgencia por la apatía de unos y el olvido de otros; en estos momentos en los que unos que jamás movieron un dedo por La Coruña y mucho menos por su noche de San Juan, recuerdo aquellos instantes iniciales en el que un grupo de audaces románticos nos embarcamos en esta aventura que, a la postre, logró los objetivos perseguidos.